El
22 de Diciembre de 2003 un huracán azotó la costa de Ban Ki Phu, un pequeño
pueblo costero de Tailandia. Doscientas personas murieron como consecuencia de
vientos de hasta trescientos kilómetros por hora, y miles debieron ser
evacuadas. Y yo me cagué en todas y cada una de ellas.
¿Cómo
es que un huracán en el culo del mundo le rompe el corazón a un catamarqueño?
Te cuento.
En la secundaria ni
la registraba a Natalia, la verdad. No era una mina fea, pero tampoco la
locura. Nuestra relación se limitaba a los saludos de rigor y punto, nada del
otro mundo. Aparte era una mina muy estudiosa, una mina que se pasó las tardes
del último año de la secundaria estudiando para el ingreso a medicina. O sea,
nada que ver conmigo, que me pasaba las tardes fumando marihuana con Fede y
Martín.
Pero un par de años
después de terminar la secundaria me encontré con Natalia un verano en La
Puerta, y ahí todo empezó a cambiar. Empezamos a salir de manera, te diría,
casual. A mí nunca se me dio bien la seducción, el levante. Yo trato de actuar
naturalmente y espero lo mejor. Y ahí se dio, como te digo medio casualmente,
medio como se dan esas relaciones de verano, que buscás alguien medianamente
compatible para pasar mejor las vacaciones. No es por tirarme a menos, pero yo
calculo que en ese momento ella no debe haber estado muy exigente, vos viste
que en verano uno se relaja.
Yo me lo tomé muy
tranquilo, total terminaba el verano y ella se volvía a Córdoba para seguir con
la facultad, no tenía sentido pensar en nada más. La fui de superado, onda duro,
me hice el Clint Eastwood todo Enero, pero la verdad que cuando nos despedimos
me deprimió muchísimo. Un poco pensé en tirar la onda de seguir, pero no tenía
sentido, y preferí evitarme el rechazo. Nos dijimos que íbamos a seguir en
contacto, pero los dos sabíamos que lo decíamos por compromiso nada más.
En el siguiente par
de años ni siquiera la vi, pero en lugar de que esto me hiciera olvidarla fue
peor. Pasa que con la distancia uno agranda las cosas, y a esa altura aquel
verano en La Puerta para mí se parecía cada vez más a la perfección: Natalia,
el río, cero obligaciones, que más podés querer. Para colmo no tenía noticias
de ella, pasaron dos años y ni siquiera la vi. No quise indagar mucho, tampoco,
porque tenía miedo de abrir una puerta que después no pudiera cerrar.
Tampoco es que en el
medio no anduve con minas, no es que la esperé como en las novelas. Algo hubo,
nada importante pero algo hubo. Habré andado medianamente en serio con dos
minas, pero en ningún momento dejé de pensar en Natalia del todo.
Y entonces llegó la
reunión de los cinco años de egresados. Cuando le dejé la plata a Ferreyra, el
que era contador, espié haciéndome el boludo la lista de confirmados. No te
miento, cuando vi su nombre se me cortó la respiración, y lo primero que pensé
fue que no podía ser tan pelotudo. Habremos salido, ponele, un mes en total, y
hacía dos años que no sabía nada de ella, y sin embargo me puse como un
pelotudo.
Me pasé todo Diciembre
pensando cómo iba a actuar cuando la viera. Indeciso como soy, un día pensaba
que tenía que hacerme el indiferente, como si no hubiera pensado en ella en
esos años, y al día siguiente me convencía de que tenía que confesarle que no
podía dejar de pensar en ella, que no podía darme el lujo de perder la
oportunidad. Al final decidí que, aunque sea haciéndome el desinteresado, le
iba a hablar, porque realmente era una pelotudez perder la oportunidad. Claro
que no le iba a decir que en el último par de años no había hecho más que
pensar en ella, pero le iba a hablar.
Esa noche llegué
temprano, como nunca. Me mataba la ansiedad… ¿Cómo estaría ella? ¿Tan linda
como la recordaba? La verdad que no me interesaba ver a nadie más, las personas
a las que les guardaba un poco de afecto desde la secundaria todavía las veía.
Fui, exclusivamente, para ver a Natalia.
Al principio guardé
la compostura, la primera hora paseé por el lugar mirando de reojo, tomando
algo, conversando. Pero no había señales de ella. Cerca de las doce de la noche
ya me había entrado la desesperación, y caminaba sin parar por todos lados, en
una búsqueda frenética ya, la verdad, estaba enajenado. Eso sí, en ningún
momento le pregunté a nadie si ella venía, y eso que sabía que ahí había gente
que me podía informar, pero había decidido que ese era el límite de mi
dignidad. Martín y Fede, los únicos que sabían lo que yo estaba haciendo, se me
cagaron de risa toda la noche.
Para la una de la
mañana hicimos un brindis, del que participé con pocas ganas. La verdad me
sentía para la mierda, hasta creo que me
habría ido sino fuera porque mantenía una mínima esperanza de que ella
apareciera. Y al final, en cierta manera, apareció.
Ferreyra, el que
había organizado todo, nos dijo que fuéramos todos al salón porque habían
preparado un video para proyectar, con saludos de algunos que no habían podido ir.
Primero vimos a Saldaña, el que iba al C, que mandó un video diciendo que
estaba en La Rioja pero que le habría encantado estar con nosotros. Yo primero
pensé que este pelotudo, si tantas ganas de vernos tenía, podría haber hecho
doscientos kilómetros, pero después me di cuenta que hablaba de La Rioja de
España. Después apareció Briganti, el del A, que nos dijo que se encontraba en
Finlandia estudiando el comportamiento de unas bacterias, cosa que a mi
honestamente no me importaba una mierda. Para colmo fueron quince minutos de
este pelotudo explicando su trabajo y mostrando su laboratorio. Hasta nos
mostró a su equipo de trabajo, un montón de rubios sonriendo a los que odié ya
por inercia directamente. Y después, después si, apareció ella.
No se veía muy bien,
pero se notaba que estaba tan linda como la última vez que la había visto. Más
linda, en realidad, porque toda mina linda, a la distancia, se hace más linda.
Un video de una resolución de mierda, obvio, en esa época era más complicado
enviar video por internet. Igual se veía que estaba en una playa, y que detrás
de ella la gente iba y venía sin parar. En el video nos explicó que estaba en
Ban Ki Phu con la Cruz Roja, ayudando a las víctimas del huracán, que le habría
encantado ir pero no podía dejar de ayudar a esa gente. Obviamente, no dijo
nada que pudiera tomarse como ni remotamente dirigido a mí.
Yo no me considero
una persona muy egoísta. Normal, en todo caso. Pero esa noche me sentí como un
hijo de puta. Sinceramente, te digo, me cagué en todos y cada uno de esos
tailandeses y la Cruz Roja y la reputísima madre que los re mil parió. Ojo, no
estoy orgulloso de lo que te digo, te aclaro. Yo sé que la culpa no era de
ellos, pero bueno.
Si tengo que hacer un
ranking de los trabajos más putos del mundo, no sé en cual lugar entraría
decorador de interiores, pero seguro entre los cinco primeros. Después de
modisto, obvio, pero seguro entre los primeros. A mí no me jode para nada que
la gente tenga relaciones con personas de su mismo sexo, cosa de ellos. Pero me
enerva el grado de putez que te lleva a estudiar decoración de interiores.
Cinco años después, en
2008, yo estoy de novio con Florencia, pero medio sin ganas, y entonces llega
Diciembre y Ferreyra me manda un mensaje de texto por la nueva reunión. Por
poco no la dejo a Florencia en ese mismo momento. Y eso que en ese momento ni
sabía qué era de la vida de Natalia.
Pero esperá un poco,
me estoy adelantando, en el medio la vi un par de veces, no es que no pasó nada.
En año nuevo del 2005 la vi en el Sussex, pero de lejos, y la saludé no más.
Como un pelotudo, se me dio por hacerme el duro y la saludé nada más, pensando
que después la iba a encontrar. Me caminé el Sussex doscientas veces esa noche,
pero no la volví a ver. Después, 2007, calculo, a mediados de año, la encontré
en Córdoba, en la terminal. Yo venía de Buenos Aires y seguía para Catamarca y
ella llegaba a Córdoba. Ahí sí, nos tomamos un café en la terminal y, si bien
no hubo nada explícito, a mí me quedó la sensación de que estábamos los dos
esperando que el otro de el primer paso… Bah, que se yo, capaz que era ilusión
mía, nada más, pero ella tiró un par de indirectas, eso seguro. Como dando a
entender que si no hubiera tantos kilómetros de por medio las cosas serían de
otra manera.
Cuando me subí al
colectivo, con todo el dolor del alma, te juro, lo primero que hice fue borrar
su celular de mi agenda… Si lo tenía ahí, a mano, iba a ser más una tortura que
otra cosa, no te voy a mentir. Y cuando lo borré fue como que la cabeza me hizo
un click, y le dije chau a Natalia. No volví a pensar en ella por un buen
tiempo.
Y entonces, a fines
de Diciembre de 2008, llega el mensaje de Ferreyra, y todo el asunto de Natalia
me volvió a la cabeza como si no tuviera control de mis pensamientos. Para que
te des una idea, lo mejor que se me ocurre para comparar es… ¿Viste cuando desvían
un rio de su cauce original, y vos ves las obras de ingeniería tremendas y
decís chau, le ganamos al rio, y entonces viene una creciente tremenda y el rio
vuelve al cauce original haciendo mierda todo? Bueno, así. Año y medio de ni
pensar en ella, y entonces llega un mensaje que ni siquiera la nombra y yo,
como un pelotudo, vuelvo a creer que tengo veinte años.
Florencia tiró la
onda de acompañarme a esa reunión, pero me hice olímpicamente el boludo. Ojo,
igual había como un acuerdo tácito de ir sin pareja, no es que yo fui solo nada
más. No es que la gente quería ir de trampa, sino que era la reunión de los
egresados, que se yo, no da ir con alguien que no tiene nada que ver. Igual hay
algunos que aprovechan para revivir viejas épocas, tampoco te voy a mentir.
Esa noche yo ya había
ido decidido a todo, lógicamente. Con la estrategia de hacerme el duro ya me
había ido mal dos veces, así que de ninguna manera iba a portarme de vuelta
como un pelotudo. Ya me había asegurado de que Natalia iba, obviamente. Es más,
se lo había preguntado a Ferreyra sin asco, sin temor a quedar expuesto, no me
importaba nada. Y Natalia fue, pero el tema es que no fue sola.
Yo creo que el tipo
este, Iker, me habría caído mal aunque no fuera el novio de Natalia. Un español
que estaba en Argentina estudiando decoración de interiores, que es lo mismo
que decir que estaba de vacaciones. Ese es un problema de este país, no todo
inmigrante es bueno, no puede ser que venga un tipo como este y lo recibamos
con los brazos abiertos. Para colmo era la estrella de la noche, el gallego,
sobre todo con las minas. Porque tenía su pinta el gallego, no te voy a mentir,
y tenía esa cosa de tipo de mundo, sofisticado, como los de las propagandas de
Gancia, que a los tipos que nunca pasamos de Banda de Varela no se nos da muy
bien.
Y entonces a mí se me
vino el mundo abajo, te imaginarás. Porque hasta había ido decidido a encararla
aunque estuviera en pareja, pero ahí es como que no podía competir. Y no era un
tema de guita, porque, andá a saber, capaz que el gallego este era un muerto de
hambre. Pero me sentí muy en desventaja, imaginate, es como si estuvieras por
disputarte una mina contra James Bond, con toda la facha y la clase que tiene.
No había comparación. El tipo hablaba de literatura, de pintores, contaba que
había trabajado como guía en el Louvre un verano…
Para peor, en los dos
segundos que conversé con Natalia no tuvo mejor idea que decirme que había ido esa noche con Iker
porque este no conocía a nadie en Catamarca, así que le parecía
desconsiderado dejarlo solo. Ojo, yo no
le había preguntado nada, ella me dijo esto por su cuenta, lo que hizo que a mí
me agarrara todavía más calentura, porque en definitiva era como pedirme
disculpas por no haber ido sola.
La pasé muy mal esa noche, la verdad, pero me quedé hasta
tarde únicamente para que Natalia no pensara que me había desilusionado. Me
reí, tomé, bailé, pero aun así mi cara de culo debe haber sido importante
porque Fede y Martín no me dijeron nada de Iker, y para que se privaran de
joderme con eso debe haber sido porque se dieron cuenta de que no era buen
momento. Igual, todo el año siguiente estos hijos de puta, cada vez que
tomábamos algo, brindaban diciendo “¡Ala, Madrid!”, imitando al pelotudo de
Iker para hacerme calentar. Porque hasta en eso era un pelotudo, imaginate,
hincha del Real Madrid.
Toda la vida pensé
que la mejor arma en caso de una invasión de zombies era una motosierra. Pasa
que vos las ves en las películas y parecen muy prácticas, muy fáciles de manejar.
Pero tienen una potencia que te la regalo, tenés que agarrarla muy firme para
no hacer cagada, porque tironean un montón.
Me parece que cuando
las cosas están destinadas a no ser, no son, y punto. Yo antes, te digo la
verdad, no creía en el destino, pero cuando justo se te da todo perfecto con la
mina que esperaste quince años y justo en ese momento el mundo se va a la
mierda por una invasión de muertos vivientes, que se yo, es como para
replantearse las cosas. Es mucha casualidad. Primero un huracán, después el
único decorador de interiores que no es puto, y para rematarla una invasión de
zombies. Ahí hay algo, es obvio. Es como que estaba todo armado para que
Natalia y yo no estemos juntos. Como que había en el medio fuerzas contra las
que es medio al pedo luchar.
Yo estaba en la casa
de Ferreyra cuando se desató la epidemia de zombies, justo en la última reunión
de egresados, la de los quince años. Mirá lo que son las cosas, yo jamás pensé
que se iba a dar una cosa así justo en ese momento.
Para esa reunión la mano ya venía muy distinta, yo ya
tenía otras esperanzas. Porque aunque no la había visto en persona en años a
Natalia, por Facebook habíamos tenido bastante contacto, vos viste que del 2008
al 2013 fue medio la explosión de ese tema; entonces yo ya sabía más o menos
como venía la mano. Incluso ella me mandó un mensaje avisándome que iba a ir,
que estaría bueno que nos viéramos, que podíamos tomar algo y ponernos al día.
Yo después de eso, obvio, me subí a la moto como loco. Te digo más, si Ferreyra
no hubiera organizado la reunión, lo hacía yo.
El 29 de Diciembre
del 2013, entonces, nos volvemos a encontrar por los quince años de egresados. Venía
ideal la noche, te aclaro. Porque Natalia apareció temprano y no bien nos vimos
nos pusimos a charlar, ya te dije que estaba todo medio hablado por Facebook
previamente. Los dos solteros, ella estaba a punto de volver a vivir en
Catamarca, te digo que por inercia, nada más, íbamos a terminar juntos. Salvo
que ocurriera alguna catástrofe, claro.
¿Viste que te dije
que yo no soy muy bueno para el levante? Pero esa noche estaba hecho un loco,
tiraba dos chistes por minuto y me salían todas, fuimos a bailar y parecía
Travolta. ¿Viste cuando estás en racha y le pegas con la canilla y lo mismo
entra? Así estaba, estaba encendido. Y al final eso es lo que me terminó
cagando, porque cuando estás así pensás que te van a salir todas, y terminás
tratando de hacer cosas que están fuera de tus posibilidades, y por eso la
cagué. Porque venía dulce y me pareció que nada me podía salir mal.
Fue muy repentino el
tema de los zombies, la invasión. Por eso estábamos de fiesta, porque ponele
que las primeras noticias del tema salieron a la mañana del 28 y al día
siguiente ya era todo un quilombo; para peor nadie se lo tomó en serio al
principio por que viste que siempre en ese día se hacen bromas. Entonces cuando
la mayoría quiso tomar precauciones ya estaba medio perdida la batalla. A
nosotros nos agarró en lo de Ferreyra, como te dije, y para peor ya medio
machados, que eso fue también otra cosa que a mí me perjudicó, porque capaz que
sobrio reaccionaba mejor.
Yo nunca había
agarrado una motosierra en la vida, te digo la verdad, por ahí tendría que
haber sido más cauto. Pero como venía en ganador, lo primero que hice apenas vi
el primer zombie que entró a la fiesta, fue agarrar la motosierra que estaba en
el taller de la casa de Ferreyra y pararme delante de Natalia con toda la pose
de canchero. Eso pasa cuando ves Evil Dead muchas veces, le perdés el respeto a
las motosierras. Como te digo, yo nunca pensé que tiraría con tanta fuerza esa
cagada. Por eso cuando tiré de la cuerda para encenderla me tiró el brazo hacia
atrás y, que querés que te diga, también Natalia medio boluda, porque
convengamos que se tendría que haber parado un poco más lejos. Para colmo
cuando esa cosa empieza a cortar es como que el mismo borde que tiene, que son
como un montón de puntitas, como si fueran un montón de abrelatas uno detrás de
otro, es como que hace más difícil sacarla.
No es que no lamenté
la muerte de Natalia, pero medio que en la confusión no había mucho tiempo para
pensar en eso. Obvio que cuando vi su cabeza volando pensé que ese año tampoco
se me iba a dar, y me bajoneé, te soy sincero. Pero era todo un lío, imaginate,
sangre y zombies por todos lados. Yo, en un punto, ya entré a agarrar con la
motosierra a todo lo que se movía, por
las dudas. Ahí cagó Ferreyra también, por boludo, como se va a meter delante mío
si ve que tengo una motosierra en la mano. Un inconsciente, Ferreyra.
Ojo, no es mala
opción la motosierra, tampoco. Si me das a elegir por ahí no es mi primera
opción, pero antes que no tener nada en la mano la prefiero mil veces. Aparte
la nafta les dura un montón, eso es una gran ventaja. La cagada es el ruido,
eso sí, la prendés y se enteran todos los zombies del mundo. Y lo que te digo del
tironeo, también, tenés que usarla con cuidado. Es para usar muy, muy, como
última opción.
Oiga, esto está muy bien.
ResponderEliminarAhora, el tema de "escribo cuentos sobre historias que no le importan a nadie" espero que sea cierto y que vaya publicando, que pasaré por aquí seguido, si no es molestia.
Saludos!
Hola, gracias por tomarte unos minutos para leerlo. Pronto publicaré otros cuentos, espero que también te gusten.
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